Un mundo en transición

Hace tiempo que quería escribir un blog. Nunca lo he hecho y no sé muy bien el lenguaje que debo utilizar para comunicarme directamente con los posibles lectores. Sirva, esta confesión, como principio de un texto, cuyo origen, se remonta a mis años de estudiante, cuando por primera vez leí a Herbert Marshall McLuhan: “Toda tecnología tiende a crear un nuevo entorno humano”. Bien, en este mes de mayo de 2019, somos conscientes que la tecnología y los avances de la ciencia están creando un nuevo entorno humano.

            ¿Cómo debemos afrontar el cambio de paradigma que estamos viviendo? Volvamos a las ideas del profesor canadiense. McLuhan, disertó sobre la comunicación verbal como un fenómeno tecnológico cuando la humanidad era tribal. Después, el avance de la humanidad inaugura un segundo estadio evolutivo: la creación de la escritura. Y, por último, un estado que supone una vuelta atrás con la aparición de los medios tecnológicos electrónicos, en el ámbito de la comunicación: la radio como extensión del oído, el cine, la televisión, el vídeo como extensión de la vista, medios que nos devuelven al primer estado tribal, por un lado, mientras que derriban los efectos de la escritura generando una cultura más universalizada. Estos cambios los hemos ido asumiendo e incorporándolos a nuestro día a día desde principios del siglo xx.

            ¿En qué nos está cambiando la tecnología digital?

            Mi primera respuesta es que en casi todo lo que hacemos: en cómo utilizamos estas herramientas en la educación, en nuestra manera de gestionar los negocios y, sobre todo, en nuestra manera de convivir y relacionarnos. Vivimos un tiempo transitorio de una sociedad analógica a una sociedad digital y la adaptación y preparación para esa transformación determina el éxito económico de unas actividades y la desaparición de otras. Dicha capacidad de adaptación abre una brecha entre quienes tienen asumidas sus habilidades profesionales en la sociedad digital y los que no las tienen.

            Bien, creo que tengo claro y aceptada la idea de cambio. No obstante, debo seguir preguntándome para intentar responder adecuadamente a mis propias cuestiones. Pienso, que debo analizar cómo me afecta esta transformación. Y, cómo lo hace en el ámbito de la automatización del trabajo; cómo me afecta la deslocalización industrial y, cómo me afectará la Inteligencia Artificial (IA).

            Comienzo por el porvenir del presente, es decir, por la IA, cuyos primeros pasos de esta tecnología comienzan a desplazar mano de obra humana y de cuya incidencia real todavía no sabemos en qué medida y a qué empleos afectará realmente. A día de hoy, las máquinas son buenas asumiendo funciones intelectuales: los algoritmos ayudan a calcular y almacenar datos, el big data es una herramienta en auge, en resumen, la IA se enfrenta con éxito a las habilidades intelectuales humanas, ahora bien, de momento, ningún robot tiene las habilidades motoras, ni sensitivas, ni sensoriales, ni afectivas, incluso, ni intelectuales que nos hacen humanos; en otras palabras, los robots todavía son muy torpes, no han adquirido nuestras habilidades manuales.

            Analicemos los primeros efectos de la automatización. El primero es social: la creciente desigualdad. Ante este problema nuestra sociedad debe afrontar planteamientos nuevos sobre las políticas sociales y laborales: Si una persona generaba unos ingresos económicos por su trabajo y su empleo ha sido sustituido por una máquina, ¿qué debemos hacer?; ¿cómo la ubicamos para que no se sienta excluida?; ¿qué habilidades nuevas debe adquirir para sentirse integrado en una sociedad que nos demanda habilidades distintas a las que habíamos adquirido? Supongo, que las respuestas las debemos encontrar entre todos y que a todos nos corresponderá encontrar un equilibrio para crear una cultura integradora y no excluyente.

            La automatización destruye y crea puestos de trabajo. Esto no es nada nuevo, ha ocurrido siempre que se ha producido un cambio tecnológico. Y, como siempre ha sucedido, el proceso de verificación de lo que hace una máquina lo harán las personas, la cual cosa me ayuda a no ser pesimista y a pensar que trabajaremos menos horas, que tendremos que ser más creativos, a aprender a disfrutar más de nuestro tiempo de ocio y a ser más nómadas.

            Todos estos cambios de una sociedad analógica a una digital no solo nos afectan como fuerza de trabajo y a la productividad de nuestras organizaciones empresariales y sociales, afecta a nuestra salud y, sobre todo, a nuestra percepción de la vida. Por ello, no solo nosotros debemos adaptarnos a esta realidad cambiante; lo deben hacer todas las estructuras de nuestras sociedades, dado que la tecnología digital nos obliga a ello.

            Bien, supongamos que nos hemos adaptado al cambio. ¿Asumido? Depende. Veamos, hasta ahora, las empresas generaban un conocimiento que se trasmitía a los trabajadores: creando pautas de trabajo y desarrollando tecnologías. Ahora bien, la transmisión del conocimiento y el reparto de la riqueza que genera una empresa también está cambiando: se externalizan trabajos, muchos de los negocios funcionan como franquicias o los desarrollan operarios autónomos (léase conductores de plataformas de transporte, por ejemplo), así, la primera conclusión es que el conocimiento de la empresa no se comparte, tampoco la riqueza generada.

            La incertidumbre, tan cierta como la vida misma, crea en nosotros problemas de salud e influye en nuestra percepción de la vida. En este momento de cambio, estos síntomas sobre nuestra salud y sobre nuestra manera de vivir son evidentes.   

            Veamos algunos pros y contras: La revolución digital está creando oportunidades para las empresas y para las personas, también implica problemas éticos, problemas de concentración de poder, problemas que nos afectan como trabajadores y como personas. Nos obstante, el primer problema en el que debemos pensar e intentar darle una solución es el cambio radical y subyacente de la economía, al que debemos adaptarnos. Por lo tanto, una transformación digital sin una transformación real de las personas y las organizaciones es una simple quimera. Debemos, por ello, asumir el reto de desarrollar, formar y atraer talento a las empresas. En este momento, de mayor oferta que demanda de trabajo, puede parecer que las empresas tienen fácil la captación de talento. No es así. La empresa debe convertirse en deseable y atractiva para ese talento.

            ¿Cómo se hace atractiva y deseable una organización para un trabajador? Quizás, una de las maneras más rápidas es tratar a los trabajadores como si fueran sus mejores clientes, dado que son ellos los mejores vendedores de las empresas: son los empleados los que trasmiten la realidad a través de diversos canales, medios y redes que utiliza la organización, en definitiva, son ellos los que trasmiten la imagen de la organización al mundo.

            Quiero acabar, este primer bloc, con dos frases de Ryan Avent: “Una empresa no es innovadora o creativa porque lo escriba en su web o folleto corporativo. Lo es cuando de verdad existe una cultura innovadoray creativa que permite desarrollar y vivir precisamente esos valores a sus empleados”. (…) “Creo que para usar eficazmente estas tecnologías digitales debemos preocuparnos tanto por la calidad como por la cantidad, asegurándonos de que los trabajadores tienen acceso a buenos puestos laborales, y que tienen la posibilidad de rechazar malas ofertas. Que las empresas sientan que tienen otras responsabilidades que van más allá de lograr simplemente las cifras más altas de beneficios”.

Juan Jesús Aznar
Periodista, Socio fundador de Giroquàntic